Que el coche eléctrico no es un invento de hoy ni de ayer ya lo sabíamos, ¿verdad? Es probable que muchos conozcamos lo que ocurrió en Estados Unidos en este campo en la década de los 60, más o menos, con un proyecto de coche eléctrico, creo que de General Motors, que, como se suele decir, "entre todos lo mataron y él solo se murió".
Pues bien, he leído hoy en la web de ABC un artículo titulado "El coche que pudo cambiar la Historia" que nos retrotrae de verdad al origen de los tiempos en lo que a movilidad eléctrica se refiere. Nos habla del coche bautizado entonces como «Victoria» el cual, junto con otros vehículos eléctricos como el desarrollado por Siemens hace 106 años en Berlín, podían haberse convertido en la norma. Y, sin embargo, el motor de gasolina de Karl Benz de 1885 y el invento de Rudolf Diesel de 1892 acabaron comiéndole la tostada.
Hoy, cien años después, resulta que todos los fabricantes de automóviles del mundo han comprendido que el futuro es eléctrico. ¡¡Ya les ha costado!! Y es que problemas como demografía, escasez de recursos, aglomeración urbana, sostenibilidad, etc. han dado lugar a que así sea.
A finales del siglo XIX, se fabricaron 50 unidades del modelo Victoria (ver foto) que, en torno a la I Guerra Mundial, recorrían Berlín silenciosa e higiénicamente, como elegantes taxis de hotel y transporte de mercancías. Todavía se puede circular en una réplica exacta realizada pieza por pieza por el taller carrocero de Hubert Drescher, pues de las pocas unidades fabricadas en la planta de Schuckert en Berlín ninguna superó el paso del siglo.
¿Problema? Nada nuevo bajo el Sol. Su escasa autonomía y el enorme peso de las baterías necesarias para asegurar su movilidad, unidos a su muy elevado precio (13 años del salario de un trabajador de la época). ¿Os suena? Por eso, entre otras cosas, los motores de Benz y Diesel se lo quitaron de enmedio de un plumazo.
Pero hoy (¿?) sabemos que la mayoría de los coches particulares no recorren más de 20 kms diarios y que, en el límite, la corta autonomía no debería ser nunca un problema. Lo que ocurre es que la gente no cae en la cuenta, y no se entiende por qué, de que tiene vehículos con los que apenas una vez o dos veces al año realiza largos recorridos y que sus capacidades resultan realmente infrautilizadas en la mayor parte de su tiempo de vida.
La electrificación general supondrá la desconexión definitiva entre movilidad y petróleo, lo cual incluye suciedad, ruido y emisiones; pero también la posibilidad de variar el origen de la electricidad, de la convencional a la verde, pues por el enchufe seguirán saliendo los voltios sean del color que sean.
Los expertos prevén que falta aún un tiempo para que la era eléctrica alcance el mercado por cuestiones técnicas, como baterías y nuevas redes, pero también políticas, de estándares comunes, subsidios iniciales y de infraestructuras; se dice que el cambio requerirá dos décadas y que tampoco supondrá el fin inmediato de la gasolina para la movilidad interurbana.
Mirando atrás a los 160 años de aquel pequeño taller de Siemens en Berlín, no hay duda de que hay quien encara el siglo XXI con el mismo espíritu pionero con que inauguró el XX.